Dossier: Festival de Poesía Ciudad Abierta

LO QUE QUEDA. Crónica festivalera.

Por Máximo Olmos

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Y mientras servían café le decía a un amigo que asombra la violencia en nuestra ciudad y me contesta que le preste atención a la poesía de Osvaldo Aguirre; como si la poesía pudiera trocar violencia por ritmo, trompada por trompeta. Para colmo, Aguirre, al final de un poema dice: “Mirá lo que son las cosas: mirá cómo son”, con un logradísimo registro de la oralidad rural que dan ganas de irse a trabajar al campo.
El espacio para la intelección tuvo sus marejadas y nos dejó, en la costa del recuerdo, algunas ideas. Para diferenciar lo propio de lo ajeno, Ricardo Gandolfo, desplegó con claridad conceptos que el crítico Harold Bloom desarrolla en su libro La angustia de las influencias. De comprenderlo, dice que dice, que es tan frecuente como necesario alienarse -alejarse de la propia personalidad- para “verse en otro” y luego perfilar una voz propia que escriba. Y que al leer a un capo de las letras nos negamos y afirmamos en un trance alienado, humano demasiado humano. No conocía esas ideas y ahora leeré más prevenido.
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(Texto completo y mucho más sobre el Festival en Trompetas Completas N°31)



NO HAY QUE HABLAR POÉTICAMENTE DE LA POESÍA. Texto inaugural.

Por Manuel Martínez Novillo (h)

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La Poesía, como si de un Dios-amo se tratara, ha esclavizado a los poetas, decía Gombrowicz. Ellos se han vuelto fanáticos de la religión de la poesía. Es decir, se han convertidos en hombres sin expresión, hombres que no pueden hablar de sí mismos, ya que sólo deben hablar de la poesía, venerarla, expresarla. En ese embelesamiento Ella se ha elevado a alturas lejanas y encumbradas, lugares desde los cuales la realidad no se ve más que como un diminuto punto. Los poetas sólo pueden hablar de la Belleza de la poesía, y ella, con sus pompas, se siente independiente de todo.
El cometido más grande del artista es poder expresarse a sí mismo, agrega; su experiencia, su visión, su versión del mundo. El arte tiene su referente ahí, en la vida. Cultivamos y perfeccionamos el arte para poder expresar mejor nuestros sentimientos y pensamientos con respecto a la vida.
Pero mucha poesía parece cultivarse sola, sin relación con la sensibilidad humana. Se justifica y erige en un vínculo puro con lo Bello. ¿Cómo explicar que tantos poetas, cada uno con su experiencia, utilicen tan seguido los mismo y exactos términos, si no es aceptando que no hacen más que decir, una y otra vez, esa mentada Belleza y jamás expresarse por sí mismos? Así vemos abundar a las “rosas”, los “ocasos”, las “añoranzas”, los “dolores”, como sonidos vacíos, en poemas que parecen escritos por fantasmas que habitan el traje del Poeta y no habitan en el mundo.
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(Texto completo y mucho más sobre el Festival en TC N°31)